1) Carolina Quintana Web. Por Verónica Gombach
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El Malentendido de Albert Camus en Puerta Roja
Transitando los carriles del absurdo, Albert Camus ha tramado con diálogos y reflexiones de corte existencialista no exentos de cautivante poesía. El Malentedido es una historia tenebrosa con muy buenas actuaciones y dirección de Haydée Ortubia.
Por Veronica Gombach |
Jan ha vuelto tras 20 años a su tierra natal para reencontrarse con su madre y hermana, pero éstas no lo han reconocido. Ellas lo reciben como huésped en su poco hospitalario hotel y él aprovecha esta circunstancia para conocer sus necesidades y sus sueños. Ahora Jan es un hombre rico y quiere ayudarlas más por obligación moral que por afecto, pero caerá en la trampa de su optimismo. Como en una tragedia clásica la trama se desarrolla en un mismo lugar y tiempo y no falta la anagnórisis, aunque el tardío reconocimiento de Jan desencadenará reacciones muy distintas en cada una de las mujeres. Estamos en presencia de un agobiante drama que se desarrolla sin pausa y sin respiro a través de un texto que nos habla del “silencio de Dios”. Ese silencio que deja a los mortales librados a sus actos, pasiones y miserias tan bien simbolizado en esta obra de Albert Camus en la presencia de un hermético e inmutable criado. Si no hay un Dios que intervenga y limite nuestro accionar no nos será posible evitar nuestra autodestrucción. En definitiva, somos nuestras propias víctimas o nuestros propios verdugos. El mal que nos hacen o que hacemos pareciera ser inevitable y la redención inalcanzable o sin sentido. Al aceptar nuestra orfandad de Dios también tenemos que aceptar nuestra fragilidad y total desprotección. La diestra dirección de Haydée Ortubia ha permitido que el inquietante texto de Camus fluya sin dificultad por parte de los actores en un bien resuelto espacio escénico. En compenetradas y muy logradas actuaciones se lucen tanto Patrizia Alonso como la Madre y Ana Riveros como Marta. Darío Julio como Jan dice con claridad y naturalidad el texto de Camus en una actuación impecable. La María de Erika Ruth es correcta aunque por momentos resulta algo infantil. Tito Hammer da vida con solvencia al imperturbable y silencioso criado. El malentendido se ofrece los domingos a las 20 hs en Puerta Roja – Lavalle 3636 – TE. 4867-4689. 2) SUITE 101. Por Ariadna Crupi http://www.suite101.net/content/el-malentendido-un-clasico-de-albert-camus-en-el-teatro-a62459 "El malentendido", un clásico de Albert Camus en el teatro
Anhelos de redención y un fatídico plan macabro en el seno de una familia perdida en algún lugar de Europa. Un excelente logro de Haydee Ortubia. Leerla completa en Suite101: "El malentendido", un clásico de Albert Camus en el teatro | 3) EL AURA CULTURAL. Por Emiliano Basile Cuando estamos frente a una obra de Camus, sabemos que los costados más oscuros del ser humanos saldrán a la luz. Es el caso de la versión de El malentendido de la directora Haydée Ortubia que respeta y explota el texto de Albert Camus a través de una puesta realista. La obra refiere al teatro clásico y convencional, dejando la mayor carga dramática recaer sobre las grandes actuaciones de los actores en escena: los rostros de los personajes de Marta y su madre, brillan por la ausencia de calquier rastro de felicidad. Sus miradas entumecedoras generan el clima angustiante que anticipa la tragedia. Otro punto a destacar es la utilización del espacio escénico. Puerta Roja, como la mayoría de los espacios teatrales del circuito off, es un viejo caserón reciclado. La obra aprovecha estos elementos para dar la sensación de nostalgia y pérdidas requeridas por el texto. También el sonido, ayuda a recrear la atmósfera de desazón mediante resonancias diegéticas como golpes de portón o una gotera al incio del primer acto. El malentendido es una grata oportunidad para acercarse a la obra de Albert Camus, con un texto desde ya brillante, enaltecido por los componentes antes mencionados que encuentran, en el espacio teatral de Puerta Roja, su mejor forma. http://viendoteatro.blogspot.com/2011/08/el-malentendido.html4) Viendo teatro. por Jorge Sandoval “Aunque no parezca ¡Lo hacemos por interés!” El sonido de una canilla mal cerrada da el pie para que Jan regrese a su casa después de 20 años. El ha progresado (ósea tiene dinero), lo que su familia no. Su madre y hermana transformaron el hogar en una adusta pensión. Y allí empieza el cinismo. Cegadas por la necesidad, no reconocen al entusiasta Jan que decide jugar al viajero y hospedarse; siempre el que regresa tiende a pensar que todo seguirá igual o por lo menos lo desea. Así, tanto para Jan como para su madre y hermana, el pasado ya no se siente. Ellas están borrando los rastros del infortunio, intentan llevarse bien aunque reemplazan afecto por reproche, juntas igual harán cualquier cosa para mejorar su presente. Mientras Jan se debate entre marcharse o afrontar su culpa. Las reflexiones me aparecen, ¿Qué tan afuera de la familia estoy si toca exiliarme? ¿Qué tanto me obnubilan los bolsillos llenos? ¿Qué tan grande es el tormento de la fea y pobre, la viuda desconfiada? ¿Cuáles son las culpas? El tiempo pasa, pero los conflictos quedan. Nota a parte del elenco: http://www.youtube.com/watch?v=z2EohsYuJV4&feature=player_embedded5) Luna Teatral. "La mortal indiferencia de Dios". Por Azucena Joffé y Mariángeles Sanz http://lunateatral.blogspot.com/2011/09/el-malentendido-19442011-de-albert.html Albert Camus1 perteneció al movimiento humanista post –segunda guerra mundial, amigo y luego adversario político de Jean Paul Sartre2, defensor de Argelia, su país de nacimiento, produce desde la literatura una dramaturgia que se basa en los interrogantes éticos de su época. Afirmaba que el fin no justificaba ningún medio, en cuanto a los costos éticos políticos que el comunismo de Stalin había producido y que para la conciencia de muchos de los hombres de izquierda, incluido Camus, eran intolerables. Pero ese interrogante desde el mundo de la ideas, se traslada en El malentendido al pequeño escenario burgués, donde la pregunta es hasta dónde debemos llegar en el afán de lograr lo que queremos, y cuáles son los costos de nuestra desmesura. La otra pregunta que queda en suspenso en todo la obra, es el papel de Dios en ese universo que parece sólo ejecutado por los hombres y sus acciones, para bien o para mal. El absurdo de una vida donde encontrar un sentido verdadero que la haga merecedora de ser vivida es también un tema que la pieza trata. Ese pensamiento no dogmático que lo separó de la filosofía sartreana es el que hace que sus obras sean aún leídas con interés por el campo teatral. Haydee Ortubia (en su primer trabajo de Dirección) logra vencer la dificultad de poner en escena un texto dramático complejo y oscuro. El espacio escénico de Puerta Roja es utilizado en todos sus recursos pero la iluminación lo recorta, lo cierra, y deja en general la sala en una densa penumbra creando la atmósfera necesaria para el desarrollo de la acción dramática. Paneles negros a un lado, como si fueran los acantilados que nunca verá Marta (Ana Riveros), y en el lado opuesto, un siniestro albergue, espacio donde no hay lugar para los sueños y contiene a los personajes sin posibilidad de alguna salida. El texto espectáculo da cuenta de la imposibilidad de reconciliación de los opuestos: pasado / presente, odio / amor, locura / sensatez. Además, las tonalidades del marrón, tanto en el vestuario como en los objetos, le imprimen a la puesta en escena un tinte sepia, como entre algo antiguo y algo con un cierto ensueño, que nos traslada a un tiempo otro, no por eso menos intenso o menos asfixiante. Si Dios es indiferente, o si no hay Dios es el interrogante que deja la puesta de El malentendido. En ese mundo pareciera que los hombres se rigen por leyes propias, códigos relativos que cada uno puede tomar o abandonar según las circunstancias. Conservarlas, fundar la existencia en una ética que no sea muelle al deseo o la necesidad es la propuesta que Camus planteaba desde todos sus escritos. Una ley que se parece mucho a la mirada omnipresente divina, o una esencia humana que no debe abandonarse a lo efímero sino buscar la trascendencia. 6) El gran otro. "Los extranjeros" Por Ludmila Barbero http://elgranotro.com/el-malentendido-los-extranjeros/ El malentendido: Los extranjeros. Por Ludmila Barbero. Una obra sobre los límites de la criminalidad. Este primer trabajo en dirección de Haydeé Ortubia nos interpela acerca de la existencia de vestigios de humanidad aun en quienes parecen haber renegado de toda ética En la novela El extranjero (1942), el protagonista, Mersault, lee obsesivamente un recorte de diario durante su estadía en la cárcel. Se trata de la crónica policial de un homicidio, que es el germen de la trama que, con algunas variaciones, conforma el núcleo argumental de El malentendido (1944). En Checoslovaquia, un hombre que había partido de su pueblo natal en busca de fortuna regresa luego de veinticinco años con su esposa e hijo para visitar a su familia. Su hermana y su madre regentean un hotel en el que, para jugarles una broma, decide hacerse pasar por huésped. Durante la noche, las mujeres lo asesinan para tomar su dinero. Al descubrir la identidad del muerto se suicidan. La reacción de Mersault ante el contenido de la noticia es coherente con el vacío moral que el narrador de esta novela exhibe en todas sus conductas. Desde su punto de vista, el homicidio, «por un lado, era inverosímil; por otro, era natural». Recordemos, en este sentido, que la indiferencia moral de Mersault llega al nivel de no poder decidir entre matar o no matar por un motivo tan azaroso como la dirección e intensidad del reflejo del sol sobre un cuchillo. En la obra de teatro, la madre (Patrizia Alonso) vacila entre la acción y la quietud por motivos que la aproximan al protagonista de la novela de Camus: el cansancio físico, no los escrúpulos, provocan su duda. La mujer sosegada por el agotamiento, que parece ser arrastrada por Marta (Ana Riveros) al homicidio, fue la primera en instigar a esta última al crimen. La extranjería de la madre se manifiesta en la imposibilidad de orientar sus acciones a partir de un sistema de valores que exceda la búsqueda de su bienestar personal. El personaje de Ana Riveros, por su parte, tiene una sensación de constante incomodidad respecto de su lugar de origen. Vive en el anhelo de partir hacia tierras lejanas en las que el sol y la lluvia revelen el verdadero rostro de la realidad con la intensidad con la que experimenta sus insatisfacciones y sus crímenes. Insiste en la necesidad de mantener una relación exclusivamente económica con Jan. Esta estrategia se le presenta como el camino más conveniente para concretar el asesinato sin que se lo dificulten factores emocionales. No obstante, hay una diferencia importante entre esta voluntad de asepsia permanentemente explicitada y la posición del protagonista de El extranjero, capaz de revelar en primera persona la más absoluta apatía hacia aquello que no le proporciona placer sensorial. La conducta de la hija difiere de esta forma radical de extranjería, en tanto que su insistencia en la importancia de desligarse de todo vínculo afectivo con el cliente delata su dificultad para llevarlo a cabo. Jan (Darío Julio) es señalado en varias oportunidades como forastero: su regreso es la puesta en práctica de un plan para dejar de serlo, para recuperar al mismo tiempo a su madre y a su patria. Finalmente, en la ironía trágica de la historia, su deseo se concreta, pero no del modo imaginado. Se reúne con su progenitora en el viscoso «lecho común» de la madre tierra. Asimismo, resulta interesante el lugar asignado al viejo criado, cuyo physique du rol es encarnado a la perfección por el actor Tito Hammer. En el programa de mano, su rostro ampliado ocupa una posición destacada, por encima de los demás personajes flota sobre un fondo negro con los ojos tachados por el título: El malentendido. El va, en cierta medida, al lugar de ese Dios que se nos muestra como pura ausencia. No ve: la equivocación ha cubierto sus ojos. No escucha. Y no habla: en la última escena vemos su incapacidad para responder a la interpelación de María (Erika Ruth), una mujer al borde dela desesperación. En esta versión, el criado abre la representación al atravesar el escenario tocando una campanilla y la cierra cruzando la sala en silencio. La obra de Camus daba una apertura ligeramente mayor al final, en tanto que no enfatizaba la falta de respuestas: la pieza concluía con el parlamento de María. El malentendido al que hace referencia el título de la pieza tiene que ver con la dificultad de Jan para encontrar las palabras que le permitan darse a conocer y con la facilidad con que las dos mujeres lo toman por lo que finge ser y en cierta forma es: un desconocido. Al mismo tiempo, el hijo se equivoca al esperar que las dueñas del hotel lo acepten en la intimidad y sientan algún tipo de afinidad hacia él. Esta confusión se vincula con una falta de «recursos para las cosas del corazón» que permite entender la imposibilidad del reconocimiento. La madre recuerda a su hija, porque ha estado junto a ella toda su vida, de lo contrario la habría olvidado del mismo modo que a Jan. Se trata de seres que han llegado a un nivel de pobreza económica y emocional tal, que sólo pueden conservar la memoria de lo cotidiano, de las personas y objetos con los que conviven ininterrumpidamente. El personaje interpretado por Alonso recuerda a Gulchatai, la madre del protagonista de Dzan de Andrei Platonov, cuyo pensamiento estaba tan poblado de enseres y labores que le permitieran mantenerse con vida que no encontraba en él ningún lugar para su hijo. Cabe mencionar que el tono sepia de las fotografías de Fernando Carrera, así como la elección de los colores grises y tierra del vestuario y la tenue iluminación nos sitúan en el universo emocional de dos mujeres que se sienten en «un país de nubes» en el que la única atracción turística es un claustro, del que el miserable hotel familiar no es sino una miniatura. 7) Buenos Aires Herald. "Albert Camus: un fatal malentendido" Por Alfredo Cernadas |